·Arte, Erotismo y Pornografía·

Arte, erotismo y pornografía, tres formas de expresión humana en que el hombre ha encontrado vías de catarsis de unos impulsos tan antiguos y poderosos como el alma misma del ser humano, tres formas que en sus fondos podemos entre ver como indiferenciadas, por qué, porque la triada engloba un mismo lenguaje, una misma esencia, LIBIDO.

La libido en el psicoanálisis engloba todo tipo de apetito de amor; erotismo, sexualidad, cariño, enamoramiento. Entre Carl Jung (que identifica totalmente la libido con la energía psíquica) y Sigmund Freud (que distinguió en la energía psíquica de LA LÍBIDO y otro tipo de pulsiones o apetitos) siempre hubo una diferencia en sus perspectiva respecto de esta energía vital , energía que ya los hinduistas conocían a través de sus Babas o Sadhus, considerada una energía divina. Esta, la libido contrapone los instintos de la vida (Eros), (que se podrían identificar con la libido) al instinto de muerte (Tánatos).

Bajo esta conceptualización, la líbido nos habla de la preservación de la vida, de un impulso sacro que nos conecta a la forma más esencial en que el ser humano puede expresarse como ser individual, colectivo y parte de un universo rebozante de vida, LA EXISTENCÍA, el simple hecho de estar vivo y preservarse, de afanar por alcanzar las cumbres reservadas para el destino último del hombre, la inmortalidad de los dioses.

Ingres - La gran odalisca (1814)El arte, en el ensayo «Psicoanálisis del Arte» del respetado padre del psicoanálisis el Dr. Sigmund Freud, en el estudio que lleva por nombre LEONARDO DA VINCI: “UN RECUERDO INFANTIL DE LEONARDO DA VINCI” (1910). El doctor Freud, expone una serie de conjeturas que filtran a la figura del prodigioso artista italiano Leonardo Da Vinci, también conocido como el Homo-Sapiens-Sapiens por el ojo inquisitivo y visionario del psicoanálisis llevándonos ritmicamente a la conclusión: La creatividad es una expresión sublimada de la pulsión sexual de la libido.

El arte a su vez es hijo de una cualidad muy primitiva, básica y animal del hombre, una habilidad compleja que ayudó al hombre a sobrevivir a las eventualidad y peligros de su medio; allá en donde nuestra sabiduría ancestral se forjó, las cavernas; esa habilidad para percibir un cambio en nuestro entorno, cambios climáticos, aparición de plagas y otros animales potencialmente peligrosos, cambios que nos forzaban a la contemplación para aferrarnos a la vida y evitar ser víctimas de las calamidades del medio habitad, llegada la conquista del homo-sapiens sobre todas las demás especies y posteriormente de la naturaleza, el hombre conserva aún latente este impulso de contemplación, que nos permite mirar el entorno conquistado y sentirnos orgullosos y plenos de que nuestra vida se ha preservado, por eso podemos entrever la belleza de todo y todos, la gracia del vuelo de una mariposa anunciando la primavera, las estaciones, las lunas, el cuerpo desnudo , por qué no, de esa hembra vistiendo espumas en el mar, nada que nos conecte más a la vida que una criatura grácil, cortejada y juguetona capaz de engendrar una forma de nuestra vida en su vientre, una mujer.

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De ahí proviene y no de otro lado esa fascinación por el cuerpo desnudo de una mujer,una beatificación casi divina de su cuerpo como fuente en donde la vida besa a la vida y descubre innúmeros placeres no solo de la carne sino de todo el conjunto que nos compone.

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El arte no cumple otra función en el hombre que la del deleite, evocar un universo infinito de emociones, sentimientos y placeres en el ser humano.

Como bien dije, la contemplación es una forma delicada de nuestro impulso por agradecer y sentirnos plenos de estar vivos, el arte es en si mismo este deleite, y un deleite de la vida siempre se encontrará con la piel desnuda de una mujerángel-demonio.

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Eros

Tánatos

Tánatos

Un coqueteo entre el instinto de la vida (Eros) y el instinto de la muerte (Tánatos).

Ambos dioses (impulsos) alados, pero mientras que Eros-Cupido te da alas para vivir….El dios de alas negras te invita a dormir el sueño eterno de la muerte, el aciago Tánatos.

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El erotismo es así una invitación a la vida, una invitación a nacer de nuevo allí donde la vida se encuna y nace de las aguas que fluyen en la entrepierna de una mujer excitada y poseída por el impulso de la vida de preservarse, ese dios del sexo llamado cupido, un verdadero éxtasis divino reservado para aquel que penetra en el perfumado tálamo y se arrima a la piel ardiente como una hoguera en invierno de una mujer que restalla en gemidos bajo tus dedos, gemidos que invocan la música de la primavera.

El deleite en forma alguna de estas fuerzas que exaltan el espíritu del hombre y la mujer en un cortejo de la misma vida da paso así a una búsqueda insistente y obsesa por tocar las cumbres borrascosas del amor.

  «En el amor, todas las cumbres son borrascosas».- Donattien Alphonse de Francois, Marqués de Sade

De esta búsqueda inexorable de besar a la vida en todas sus formas nace la pornografía, primero en manos de aquellas mujeres réprobas de las «buenas» costumbres obcecadas por la angustiante y esclavizadora religiosidad. Las Hetairas, cortesanas, demimondaines, leonas y cocottes, las sacerdotisas de los «bajos» placeres, el cortejo infausto de los impulsos más animales del hombre.

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El término «pornografía» procede de las palabras griegas πόρνη («pórnē», «prostituta») y γράφειν («gráphein», «grabar, escribir, ilustrar»). Hay que decir sin embargo, que el termino «pornografía» es de aparición reciente, su uso más antiguo tal cual data ni más ni menos de la Francia de 1800.

La pornografía es mal vista por el común de la gente, sin embargo se destila de ella cierto atractivo constante y sin merma que crea un doble fondo social, una doble moral donde cualquier miembro respetable del conglomerado y bien adaptado hombre civilizado es un ferviente comensal de los manjares visuales y sonoros en todos los menús de la pornografía. Hago la salvedad de su reaparición histórica en la escena humana del arte y la literatura porque fue justo en el marco de la revolución francesa, a intervalos de no más de 100 años de diferencia,  en donde se empieza a hacer evidente el resquebrajamiento de la fuerza coercitiva de la curia sacerdotal y ortodoxa del catolicismo Europeo y aparecen personajes por todo el mundo como Don Giacomo Casanova, Lord Byron, Oscar Wilde y quien sin dudas no puede dejarse fuera, el Marqués de Sade.

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La pornografía es todo un universo complejo, una carta de restaurant con ofertas para todos los gustos y placeres, algunos más llamativos y fuertes que otros, desde el softcore que reúne apenas desnudes , un coqueteo con la desnudes sin desprenderse del suave erotismo de los claroscuros hasta el hardcore que reúne todas las más aberradas y bizarras formas de placer erótico, haciendo mella incluso en los límites más o menos implícitos del gusto, provocando una perspectiva mórbida que la lleva a congregar a las llamadas parafilias en una mescolanza de estilos, gustos y un largo etcétera. Un arcoiris en donde difícilmente se distinguen los bordes difuminados del género sexual, o cualquier otro dando cabida  a la relación sexual de todo género y forma, en cuantas combinaciones sean posibles.

 Cuenta una meditación filosófica de incierta autoría, que cuando el hombre ató la sexualidad, también liberó la prostitución. La pornografía es así una rebelión, un grito de un ser humano que se reconecta desde sus formas pulimentadas y sutiles de hombre y mujeres civilizados, cada vez menos animal a una bestia de dos espaldas que en entrecortadas palabras canta la lengua de los ángeles en sus placeres clandestinos.

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La sexualidad es un chiste, una risa infantil, vivaz y efusiva, la pornografía es un rugido que nos habla de los pulsos animales que subyacen en nuestra piel y nuestros actos, un hombre que le gusta coger como una bestia y un hombre que ama con unas purezas nada ajenas al toque de cualquier dios antiguo o nuevo.

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En la pornografía y sus gustos encontramos al hombre que por nada pasa sin dejar su marca, el hombre puede mirarse a si mismo en sus actos.

No resulta nada extraño que en una sociedad angustiantemente retraída, enajenada por el neón, el ruido y el raudo fluir de nuestras vidas la porneia se vuelva cada vez más ajena al amor, más violenta y agresiva, en unas sociedades donde el ser humano se percibe desconectado de la naturaleza divina que conlleva el hecho mismo de la condición humana, este hombre visualiza a su compañera de cama como un objeto más de consumo, es la forma en que nos relacionamos con el mundo y es la forma en que entendemos que nos relacionamos con nuestra pareja dentro y fuera de la cama, en unas sociedades en donde la dinámica es oferta y demanda, el amor y sus consecuentes manifestaciones no son más que intereses, conveniencias, placeres rápidos y pre-pagos.

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Aún queda una esperanza, entre toda la ceniza que ha dejado la borrasca del siglo XX, en los albores del siglo XXI está esta nueva mujer, punta de lanza de una revolución, un hombre de la nueva era, con una conciencia más libre y con muy menores ataduras morales y taras mentales, una mujer que se reconoce a si misma como una criatura inmensamente sexual, y un hombre que se ve a si mismo como falto de ese algo que lo devuelva a la elocuente charla del viento, del sol, el murmullo de las hojas y el riachuelo, una mujer que cada vez descubre la posibilidad de ser una perfecta dama en la calle y la más excitante y delirante cortesana en la cama, sacerdotisas del amor como Ninon de Lenclos.

Ninon de Lenclos

Ninon de Lenclos (1620-1705)

Bajo esta nueva oleada, los sex-shops se expanden, la sexualidad es más libre, más plena, desprovista de tapujos, un poco pervertida y sucia aún sí, pero es solo la resaca de nuestra suciedad, esta nueva mujer, es una mujer a quien amar, y a quien desear, esta nueva mujer conectada a sus instintos más básicos sin dejar de ser un ángel, es un Aleph, ese punto en donde todo el universo confluye, una mujer a quien desear y a quien amar; una sacerdotisa del amor….

Una Sacerdotisa del Amor

Una Sacerdotisa del Amor